Rugido Austral
Un Ritual de Oscuridad y Melancolia:
Selbst y Ater en Vivo
30 de agosto 2024
Por: Mario González
Fotografías: Eric Ibáñez
La noche caía con todo su pesar sobre la cabeza de los espectros que se dieron cita en el lugar, el frío se tomó otro viernes en Santiago, en el enclave mítico de Santa Isabel, ese que se encuentra en un rincón rodeado por una maligna severidad.
El aire se puso denso, los colores se apagaron, la luz dejó su brillo a un lado, dando paso a la oscuridad reinante. Aquellos sones, ecos provenientes de otra dimensión, tocaron con más fuerza el álgido corazón de nosotros los presentes que fuimos imbuidos a las profundidades más soterradas de nuestros organismos.
A ese poso sin fondo donde las palabras se pierden en el tiempo, extinguiéndose la vida a paso lento, como arrastrando las súplicas de aquellos cobardes que solo viven en un plano, no entendiendo que todo esto es solo un paso para llegar a que la daga de la esencia corte los hilos qué finos se sostienen hasta el llamado del fuego eterno.
Selbst va dejando una huella profunda producto de este viaje, volviéndose doloroso para algunos al despertar del trance, ya que en los confines de la mente existe un pensamiento recurrente, donde no encuentras nada a que aferrarte multiplicando tu temor, carcomiendo tu interior.
El escenario es una pira que de profundo negro viste su fuego, atormentando a todo débil ser, rastrero y embustero, aquellos envidiosos no entienden el camino del fuego.
Es proclamar un arrepentimiento que carcome, corroyendo el alma que bastarda yergue inundada de dolor por no ver más allá de su egocéntrico fulgor. La sangre negra contamina desde el centro volviendo temor tu esencia, deja que el miedo te complete para que te prepares a tu sentencia.
Selbst es fuerza que destruye y a la vez va creando desde esa misma estela de sulfurante relucir en donde todo se vuelve una afluente que va expeliendo la sangre de los caídos. Oscuridad y ocultismo inyectando de dramatismo a una presentación cargada de sombría melancolía, con una intensidad que se vuelve salvaje en el tiempo..
La cita pactada sigue su recorrido, ese que nos hace adentrarnos por meandros de intensa oscuridad, esa que no permite ni un atisbo de luz reinante. Todo lo contrario, las sombras se vuelven dueñas de nuestras almas para hacer con ellas amasijos de lamentos que llorarán por el eterno.
El escenario toma todos oscuros que son el regocijo para todos aquellos que nos reunimos en este rito. La oscuridad perenne se hace dueña de cada rincón en el momento justo en que Ater comienza su presentación.
Ater invoca con todo su poderío su trabajo recién salido, Somber, siendo una amalgama de ferocidad con distintivos matices que lo envuelven en un sello particular, navegando por un mar que por momentos es sinuoso pero que a los segundos se vuelve intenso y bravo.
Cada minuto que pasa nos transporta sobre un mar negro que se alimenta de los caídos, de esos seres dolientes que se vuelven penitentes, personas cobardes que no son capaces de mirar más allá de su entrecejo y prefieren seguir nadando en su propia e infecta mierda.
De esos nimios esbirros se alimentan los afluvios de negro carmesí que se vuelve opresivo por momentos, llenando de angustia los sentidos. Enigmáticos sones que nos embadurnan de un pasado que se hace presente para descubrir el legado que Ater comienza a cimentar, creando un monolito de poder absoluto que deja sin aliento al maldito creyente que sigue la senda del cobarde nazareno.