El lóbrego sentir hace que cada nota se llene de ese peso que colma nuestras horas, martirizando con cada golpe la sien de los caídos, aquellos desfallecidos van despertando de su letárgico camino, para experimentar la impronta de vientos huracanados, es la constante que llena de lluvia acida e intensa cada nota, volviendo denso el palpitar de cada momentos en dónde lo tupido hace merma en el destino, la pradera vuelve a quedar a merced del embriagador candor del fuego, volviendo a dominar en extenso el paisaje desfallecido.

Todo se desenvuelve en un perfecto estado de equilibrio, desde la intensidad a lo sereno, llenando de un aura prodigiosa todo el disco, la ferocidad entrega la furia necesaria en donde la calma y la ira se transmutan para volverse una sola nota. La luminosidad se apaga mientras la oscuridad rodea nuestra existencia, transformando los segundos que preceden a una extensa lucha, Blackflow arde desde la raíz, para entregarnos un trabajo soberbio que nos impregna desde las primeras melodías de ese doom funesto, con un tremendo contenido lírico, el trino nos inunda de salvia que se expele en el canto para llenarnos de ínfulas que sólo aumentan nuestro odio por los que callan sin miramientos.