Rugido Austral
mayhemic & mourners lament
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EL OCASO EN EL VOLCÁN
No vamos a ahondar en las diferencias -más que sabidas- entre un género y otro, pero sí rememorar antecedentes hoy icónicos: Venom y Black Flag (1986), Metallica y The Cult (1989), Skid Row y Soundgarden (1992), Sepultura y Paradise Lost (1993). No es nuevo el cruce de estilos en un mismo escenario, pero en estos tiempos en que se apela a la fórmula segura y la coherencia se deforma en la excusa, parece algo de otros tiempos. En Chile al menos, los Massakre de Yanko Tolic hacían lo propio con S.N.F. allá en la década del ‘80, mientras que Weichafe y Dorso protagonizaron un cruce de estilos que marcó el arranque del actual milenio en el circuito nacional. Todo lo que trasciende las fronteras de género y tiene que ver más bien con el ecosistema que habitan distintas fuerzas. Puede que entre el reptante doom con brochazos death de Mourners Lament y la metralla speed-thrash de Mayhemic haya un par de mundos de diferencia, al menos en estos días en que la escena está atomizada en géneros, nichos y derivados. No lo es tanto si consideramos que ambas propuestas tienen algo en común: música hecha por músicos metaleros. Ambas bandas cuyos integrantes literalmente se sumergieron en los recovecos más ignotos de sus respectivos estilos, para volver a la superficie con un lenguaje reforzado y una puesta en escena que proyecta identidad ante todo.
Con una carrera que supera las dos décadas, Mourners Lament le da el puntapié inicial a una jornada de encuentro entre infiernos, con una excelsa “Suffocating Hopes” -de su EP debut Unbroken Serenity (2008) y regrabada posteriormente en We All Be Given (2016)-. Directo y sin truco, con la crudeza de su versión en estudio reforzada con la penumbra y la cadencia como herramientas de expresión. Las guitarras de Marcos Contreras y Matías Aguirre, replicando las armonías trabajadas en estudio en el directo, con la misma convicción que Alfredo Pérez expele su gruñido death y saca provecho a sus matices vocales en favor de la generación de texturas y pasajes. Igual que en la siguiente “Sadness Caress”, otra muestra irrefutable de doom desde el estómago, de donde sale la necesidad de expresar un estado de ánimo. Y todo aquello Mourners Lament lo amplifica en vivo como una bruma de pérdida que abrazamos como lo que es; una idea genuina y transversal.
Con el recién salido del horno “A Grey Farewell” bajo el brazo, Mourners Lament enmarca un enlace entre un pasado digno y un presente fulgurante. “Towards Abandonment” dice presente con el temple propio de una pieza que destila jerarquía y emoción por igual. Tratándose de una producción que expande su paleta sonora, la forma en que lo llevan a la experiencia en vivo refleja el ascenso hacia una liga de división estelar, pero sin transar el derrumbe de sus inicios. De ahí a “Slumbers”, el regreso a los días de We All Be Given en el repertorio, hay una distinción que, adjunto al imponente juego visual de luces, nos permite apreciar el despliegue de Rodrigo Contreras en la batería, quien luce tanto por su fuerza en caga golpe como por el equilibrio que conforma en favor de la música. Aplica igual para Franco Ciaffaroni, un bajista pulcro que aprovecha el escenario para interactuar con las guitarras de Contreras y Aguirre, todos instrumentistas que añaden sus experticias en favor de los tempos espesos y la marcha constante. Es el disfrute de quienes ejecutan y reciben por igual tamaña colección de relatos sobre la muerte y la pérdida del sentido de vivir.
Puede ser porque es la primera canción escrita en español, pero “Ocaso” es mucho más y lo demuestra sin tapujos. Es de esos pasajes en que Alfredo Pérez no solamente despliega su portentoso caudal de voz, sino que aprovecha su presencia escénica para encarnar los valores de un estilo privado de velocidad y bestialismo, pero que gana toneladas en ese contraste de melodía y peso que le da a Mourners Lament un sitial ganado a pulso. Puño en alto, al frente de un conjunto en que el protagonismo se reparte entre sus integrantes por un objetivo más grande que todo.
El remate con “Mass Eulogy”, es un momento totalmente apropiado para una banda que respira el momento que vive hoy tras sus buenos años de caminar pedregoso. El momento que vive una agrupación que apunta al grosor de un terreno que pocos se atreven a explorar a cabalidad. Lo que una inmensa minoría espera en estos tiempos, Mourners Laments emana hundimiento e introspección como pocos en su estirpe.
El turno de Mayhemic, debido al orden de aparición, fue la prueba de la blancura en una jornada donde el riesgo resultó en ganancia. “Kollarbone Crushed Neanderthal” y “Extinction of Misery”, ambas del flamante redondo Toba -editado este año-, echan la puerta abajo, a patadas y llevando el concepto “devastación” hasta el sudor. Como solemos recalcar, nos quedamos cortos al momento de traducir en palabras tamaña descarga de agresión y locura, donde la velocidad de las guitarras va más allá de todo cliché. Y es que en Mayhemic hay un ideal de explosión y hecatombe que se proyecta en una energía sin contrapeso sobre el escenario.
El primer saludo, a punta de ladridos de blasfemia salidos desde la tripa, igual que lo que ocurre en “Valley of the Tundra”, menos ligado al black-thrash a la usanza de los primeros Kreator y Onslaught, y más inclinado a un heavy-speed que sus integrantes respiran dentro del mismo hábitat old school en el cual se mueven libremente. Con “Triumph Portrait” culmina el primer tramo, dedicado a repasar el momento fructífero que vive una agrupación que, incluso, se permite concretar una gira por Bolivia hace un par de meses.
El espacio que le brindan a “Shaking Ground” y la dedicada a los caídos en octubre de 2019 “Mortuary Feast of Skeletons”, surgen con rabia malsana, lo cual se hace una frase demasiado simple para lo que hace Mayhemic en vivo. No es solamente lo que braman por igual Noctumbra y Doom, sino el baño de sangre que recrean su actitud. Ambos al ataque en las guitarras, secundados en el bajo por Roran, quien enlaza el salvajismo de las guitarras con la resistencia necesaria en una base rítmica brutalmente implacable y efectiva. Por supuesto, nada de eso sería posible sin su conexión con la batería de Invoker, un exponente de la batería en el género y dueño de una precisión técnica que refuerza el traqueteo enfermo de Mayhemic.
Poco que agregar a las medallas obtenidas por una banda que, pese a su juventud, ha acumulado carrete en el circuito underground tanto a nivel local como sudamericano. Y es que cuando tanto las recién estrenadas “Toba” y “Oldivai’s Lullaby” como las más primigenias “Mayhemic”, “Burn the Cross” y “Volcanic Blast” caen como bombazos de metal maldito, nos queda la impresión de que es una locura el sobrepasar los límites de velocidad con toda esa intensidad exudada a chorros. Mayhemic lo hace posible, en el estudio y en el directo, porque en ambos la erupción de metal a la antigua conlleva efectos de destrucción asegurada. Y en una noche marcada por la diversidad en torno a una misma causa, somos testigos del ocaso de la humanidad desde el calor sofocante de un volcán de brutalidad.