Rugido Austral
SÁBADO 21 Y DOMINGO 22 DE DICIEMBRE 2024
DREAM THEATER, es una banda que exalta el fanatismo de sus seguidores, y es que desde esa lejana primera presentación en la Pista Atlética por el 2005, se selló una relación especial con los fans chilenos, además de sentar un precedente para que muchas bandas del metal progresivo agendaran su paso por nuestro país; Chile es tierra fértil para las bandas del estilo y el éxito de festivales como el Cl.prog lo confirman.

Esta pasada por Santiago de los ex estudiantes de Berklee en Massachusetts, se enmarca en hitos importantes para la banda: los 40 años de existencia de la misma, con 15 producciones a su haber (prontamente en febrero del 2025, sumaran una nueva a su prolífica lista), y la vuelta de uno de sus miembros fundamentales, el baterista Mike Portnoy, quien había dejado la banda el año 2010 para embarcarse en sus proyectos y darse un tiempo de reflexión tras una larga temporada junto a su camarada inseparable, hasta ese momento, el guitarrista y cofundador de la banda John Petrucci. Ambos hitos, junto a un setlist elegido para repasar la historia de la banda, hacen de este show algo muy cercano en variedad a lo visto en el lejano 2005, evento que sorprendió a los mismos músicos por la devoción y el éxito que significó su primer capítulo en tierras nacionales.
Han pasado los años por Dream Theater, eso es innegable, la disposición histriónica frente a la batería de Mike Portnoy ya no es la misma. James Labrie, acomoda las canciones de la primera etapa de la banda para poder interpretarlas sin llegar a los altos y falsetes que ya no es posible lograr por el desgaste obvio de sus años de carrera y por qué fueron compuestas por una persona 35 años menor. John Petrucci y Jordan Rudess si bien no evidencian ese paso en su calidad interpretativa, en esta pasada creo que se entregan fielmente a la emoción con menos apuntes en la perfección de antaño, y eso, cuando has visto a la banda en varias ocasiones (6 en mi caso), se agradece. Lo de Dream Theater 2024 es una celebración y el show se enfoca como tal.

El Inicio de por sí es una apertura a la épica de su longeva carrera, los primeros sonidos de “Metropolis Pt. 1: The Miracle and the Sleeper”, invitan a recorrer la historia desde álbumes como Images and words y Awake como eje importante y primordial en el exitoso inicio de la propuesta de la banda por allá por el año 1992. “The Mirror” y “Under a Glass Moon”, así como la multiventas “Pull me Under”, se incluyen para darle la importancia que merece esta etapa de la banda que incluye al talentoso Kevin Moore en los teclados (etapa favorita para los más puristas seguidores).
Un espectáculo que pasó de canciones potentes en emotividad como lo que sucede con la intimidad de “Hollow Years” (única canción del disco Falling into Infinity que sonó en esta pasada), al virtuosismo desatado en ciertos pasajes de “As I Am” y a la épica composición de “Stream of Consciousness“, de su disco Train of Thought, para acercarse a la progresividad clásica de “Octavarium” que ha sido uno de los puntos altos en cada presentación en vivo de la banda.

Siempre hay un espacio importante reservado para varios pasajes de su obra maestra Metropolis Pt. 2: Scenes from a Memory (no hay muchas dudas en esto entre los fans), con canciones como el tándem “Overture 1928”, “Strange Déjà Vu” y “Home” en progresión inmediata de “The Spirit Carries On” fueron momentos obligados de la noche adicionando un espacio para canciones como “This Is The Life” y “Barstool Warrior” de la etapa con Mike Manginni como baterista. Este abanico musical habla de un show dinámico que se hace un recorrido sin mezquindades y reconoce las diversas etapas de la banda, mas allá de sus actores.
Sin lugar a duda este fue un show de celebración, ni más ni menos que eso; una demostración de que 40 años de banda han generado una libertad creativa absoluta, siempre guiada por el trío original, pero que ante todo ha permitido la participación activa de músicos notables como Rudess, Sherinian, Manginni y Moore en sus pasos por la banda. Con discos de diferentes connotaciones entre ellos, sin miedo a arriesgarse pues no hay temor al equívoco son el sello característico de Dream Theater.
