Rugido Austral
RUGIDOS DEL AYER
ALBUM REVIEW:
DARK ANGEL ´DARKNESS DESCENDS´-1986.
ESCRITO POR KORGULL MCLEOD
En el mundo del metal hay un consenso respecto a 1986 como “el año en que estalló el thrash metal“. Fue el año en que el género salió de las cloacas y provocó una hecatombe. Gran parte de este fenómeno mediático se lo puede adjudicar Metallica, con el lanzamiento del fundamental “Master of Puppets” y la gira por recintos arena -ojo, abriendo a Ozzy- que los catapultó como la fuerza más poderosa del metal americano. Secundados por los más extremos Slayer, cuya obra capital “Reign In Blood”, literalmente bañó todo en sangre y marcó las bases para lo que serían el death y el black metal en la década siguiente. Detrás de esos dos, Megadeth y su “Peace Sells… But Who’s Buying?” también tomaron la palabra al llevar el género hacia los terrenos del jazz y llevar el concepto del thrash hacia terrenos ligados a la política, la historia y la contingencia.
La hecatombe del ’86 abarcó también el otro lado del charco y otras latitudes del Globo. En una Alemania dividida en dos bloques, Kreator tomó la bandera del estilo y devastó media Europa gracias a “Pleasure to Kill”, una placa que triplicaba en ferocidad y violencia lo que sus pares americanos habían forjado como la respuesta a la movida heavy metal que se había tomado Gran Bretaña en el amanecer de los ’80s. Canadá, un poco más cerca de EE.UU., tenía a Razor y los alienígenas Voivod como emblemas del estilo gracias a lanzamientos como “Malicious Intent” y “Rrröööaaarrr”, respectivamente. En Sudamérica -Brasil, siendo específicos-, Vulcano hacía lo propio con “Bloody Vengeance”, una muestra de su peso referencial en el desarrollo del metal extremo durante esos años, mientras que una desconocida banda de quinceañeros llamada Sepultura empezaba a escribir su historia con el crudísimo, pero no menos importante “Morbid Visions”.
Volviendo al suelo estadounidense, el año en que el thrash arrasó con todo un planeta también fue cuando una banda con poca experiencia dio el salto hacia las grandes ligas. Un año antes, Dark Angel debutó en sociedad con “We Have Arrived“, un trabajo bestial y primitivo en su sentido más literal. Una gira promocional abriendo a Slayer, Corrosion Of Conformity, Venom, Exodus y D.R.I., les daría el nivel de experiencia necesario para entrar al estudio con mejor preparación que en su primera producción.
El exceso de ruido y la falta de disciplina técnica que se hacen notar en We Have Arrived, deriva en un movimiento de piezas determinante en el aumento de estatura: sale el baterista Jack Schwartz y entra en su puesto un adolescente de 18 años llamado Eugene Victor Hoglan II. quien acumulaba minutos en cancha como roadie y técnico de luces de los primerizos Slayer, dejando su huella incluso como voces de apoyo en “Evil Has No Boundaries”, la que abre el satánico LP debut “Show No Mercy” (1983). Asistente de Dave Lombardo, su destreza en la batería será la base para el salto evolutivo de Dark Angel, el que les valdría un lugar como nombre referencial de la segunda oleada del thrash metal (Overkill, Testament, Death Angel).


“Darkness Descends” es un momento único. La primera incursión en el estudio con “Atomic Clock” Hoglan, y la última con Don Doty en la voz y Rob Yahn en el bajo. Los de Downey optimizan conocimientos y habilidades para traducir en este segundo capítulo su sello de violencia y oscuridad, con más pulcritud y habilidad, potenciando el salvajismo que los convertirá en una banda de culto para los amantes del thrash desde la tripa. Y es lo que podemos notar en “Darkness Descends” en su totalidad, un compendio de violencia y desastre que se basta con poco más de media hora para dejarnos rogando por clemencia. Una paliza de metal cochambroso y raudo hasta la médula, con la banda canalizando la destreza mejorada en favor de un apaleo constante que no da lugar a ningún espacio de alivio. Es apropiado, incluso, afirmar que sin lograr el mismo renombre que los responsables de “Master of Puppets” y “Reign In Blood”, le da cara y hombro a ambas obras mencionadas con la clase de quienes respiran la misma violencia sónica.
Una polvareda de guitarras saturadas entrando en fundido, emulando la empezada del “Kill ‘Em All” y una sección donde Hoglan se manda un patrón de batería con el doble pedal que Lars Ulrich tomaría prestado un par de años después. Y el cataclismo de locura y velocidad que le da al corte titular una identidad cuando se habla del thrash metal desde el propósito por destruir todo lo que se interponga a su paso. “La ciudad es culpable, el crimen es vida, la sentencia es muerte…” -inspirada en el cómic “Judge Dredd”, al igual que lo hiciese Anthrax al escribir “I Am the Law”-, vocifera un Don Doty soberbio, aunque sus limitaciones vocales terminarían con su salida poco después de la edición del disco. Aun así, Doty se despacha un trabajo soberbio, pues con todas las limitaciones respecto a su reemplazante Ron Rinehart, proyecta a su manera el aspecto humano de una banda que hermana la disciplina técnica con el propósito de prenderle fuego a todo.
Como lo afirma David Byrne en su libro “Cómo funciona la música”: “Lo áspero y sucio debe ser profundamente emocional“. Y aquel principio se manifiesta a lo largo del redondo hasta el sudor.

El castigo sigue con “The Burning of Sodom“, un pasaje que te recuerda el significado del thrash metal y sus derivados: música para gente enojada. Y Dark Angel expele ira y frustración contra el sistema imperante como si se les fuera la vida en ello. Las guitarras de Eric Meyer y Jim Durkin, te rebanan la garganta como un cuchillo. con la batería de Gene Hoglan poniendo a prueba la resistencia humana. “Hunger of the Undead“, en tanto, pareciera sonorizar una película de horror clase B, con la banda completa exigiéndose para llegar al final.
Dejamos un espacio aparte para la clásica “Merciless Death“. Una intro de bajo que determina inmediatamente la atmósfera en una placa donde la oscuridad y la violencia unen fuerzas para propinarte una muerte dolorosa y sin misericordia. Reiteramos, puede que Don Doty no tenga una voz bien dotada en comparación a quien lo reemplazará en Dark Angel u otros referentes en el estilo, pero lo que berrea junto al despliegue de artillería pesada de sus compañeros es lo que le dio al thrash metal en los ’80 un toque de revolución que lo vuelve nuevo y fresco incluso después de cuatro décadas. Y las guitarras, en especial la de Jim Durkin, exponen un despliegue de categoría y talento que va de la mano con el propósito de romper y quemarlo todo.
La cara B del álbum inicia con “Death is Certain (Life is Not)“, cuya temática sobre la eutanasia pasa colada en pleno aluvión sónico. Y es que Dark Angel, al igual que Slayer, es de esas bandas que exponen conceptos sin caer en la obviedad “bueno/malo”. Una pieza con momentos de dramatismo, bastándose de poco más de tres minutos para retumbar en tu cabeza por su atmósfera y, sobretodo, la narrativa propia del thrash puro.
Lo que “Black Prophecies” lleva al siguiente nivel, con poco más de 8 minutos de locura. Reparamos aquí no solamente el desempeño de las guitarras, sino el talento de Jim Durkin para componer un álbum repleto de momentos espeluznantes. Durkin es a Dark Angel lo que Jeff Hanneman a Slayer. Probablemente ambos se hayan (re)encontrado en el plano superior; Hanneman falleció en 2013, mientras que Durkin le siguió una década más tarde.
El broche del álbum llega con “Perish in Flames“, un relato sobre los pensamientos de un piloto de combate que destruye a su objetivo con armas de terrible poder destructivo. “Te aprietas de ira, porque la guerra es estupidez“. Si el metal no es capaz de comunicar algo, sólo queda en la cáscara. Y Dark Angel, a lo largo de este “Darkness Descends“, nos transmite una serie de ideas genuinas, todas amparadas tanto en la velocidad como en la rabia voraz que, al menos en esa época, le daba al metal una connotación de peligro que recién en 1986 impulsó a que el thrash metal asomara la cabeza hacia la superficie.
En la antesala del regreso de Dark Angel a nuestro país -la cuarta visita, tercera en casi 2 años-, menester recordar la ejecución en vivo de “Darkness Descends” en su totalidad, esa noche de octubre de 2023 en el Teatro Cariola. Como lo venían en esos meses, en conmemoración a Jim Durkin, quien falleció a comienzos de ese año -un par de semanas antes del regreso de los californianos a Chile, en el también retornado festival Metal Fest. Una muestra del lazo que une a Dark Angel con la fanaticada chilena, entablando la oscuridad del ser humano como puente de unión, Y a solamente unos días de su regreso como headliners del festival Metal Beer, queda claro que, nuevamente la oscuridad descenderá sobre la capital mundial del metal.
DARK ANGEL se estará presentando el próximo 23 de marzo en el METAL BEER OPEN AIR en el Hipódromo Chile.
Las entradas ya se encuentran a la venta por sistema PuntoTicket haciendo click AQUÍ
