Rugido Austral
METAL BEER FEST:
BOMBARDEO DE CERVEZAS Y METAL
Escrito por KORGULL MCLEOD
Fotografías por RUBÉN GARATE
En Chile ocurre algo especial con el metal extremo, tanto para sus fans como para sus exponentes más legendarios. Hay un feedback cuya reciprocidad ha dejado ‘marcando’ ocupado’ a los próceres del estilo, todos manifestando a su manera la locura del público en estas tierras al sur del mundo. En el caso del metal de viejo cuño, sobre todo el thrash y el death metal, hay algo que nos genera catarsis hasta el sudor. No es casualidad eso de que somos un país metalero, un Chile que debe lidiar con la desigualdad, la falta de oportunidades y la indolencia de la clase política en el lado que sea. Hay una rabia que sólo se puede saciar de dos elementos vitales: el metal rápido y furioso… y la cerveza. Puede que no sea nada del otro mundo a estas alturas, pero es cosa de observar alrededor, a tus amigos, hermanos, o a quien sea que escuche esta música para descargar la adrenalina contenida. Y al otro lado, tienes a quienes vienen haciendo esta música por cuatro décadas y disfrutan mientras la paliza sónica que desbordan en el directo se refleja en la reacción frenética de nosotros como público, en la forma en que vivimos y respiramos música para la gente enojada.
Podríamos dedicarle algún párrafo a la trayectoria y catálogo de bandas como los alemanes Sodom y los californianos de Dark Angel. Nos tienta hablar desde el punto de vista analítico, sobre la importancia de ambas agrupaciones en el auge del thrash metal en los ’80s y todo lo que les ha valido el lugar referencial en el culto al metal violento y químicamente puro. Nos podríamos dar el tiempo de escribir sobre las diferencias de estilo entre el metal americano y la oleada de las huestes germánicas. Pero aquello sería obviar, entre otras cosas, la relación entre ambos nombres y un público chileno que vive y respira metal como “el cola de flecha” manda; un desahogo, un grito hiriente contra la injusticia del diario vivir.
A lo descrito anteriormente, debemos sumar el concepto de festival, como una fiesta a la que están todos invitados. Y la adición de los estadounidenses de Atreyu tiene todos esos ingredientes que hicieron del acto ‘distinto’ un espectáculo en todo su brillo. Una banda exponente del metalcore, estilo que va más dirigido a un público más ‘juvenil’ respecto a los seguidores más devotos de la vieja escuela. Y esa diferencia, traducida a un espectáculo dentro y fuera del escenario -literalmente-, es lo que le da Metal Beer un sabor distinto como festival.
dezaztre natural
Con una asistencia más que considerable, y a eso de las 14:30, Dezaztre Natural le da el ‘vamos’ a una jornada que tuvo de todo.
Una banda puntal en el desarrollo del crossover thrash en Chile, esa mezcla mortífera de metal y hardcore-punk que se basta de lo mínimo en pirotecnia musical y las ganas de mandar a la cresta al sistema imperante. Si bien hubo que lidiar con algunos problemas en el sonido, nada de aquello impidió que “77“, “Violencia Perpetua“, la más antigua “Marihuana” y “Engendro del Nivel” cayeran como misiles e incentivaran a los primeros mosh. La calle que chorrean en el escenario es lo que le brinda a DZN un diferenciador como estandartes del género desde la tripa.

sadism
Si hay un nombre capaz de generar un terremoto en cuanto a recorrido y vigencia, Sadism tiene todas las medallas y credenciales propias de un referente supremo en el metal nacional.
Les basta sus treinta minutos precisos para desenrollar su rúbrica de death metal a la antigua, totalmente coherente a una agrupación que se inició en la cresta del thrash y el amanecer del death metal, allá en el crepúsculo de los ’80s. Lo que explica por qué himnos recientes como “Exanguination” y “On your Knees” se complementan de manera natural con joyas de culto como “Psychomental Storm” -del primer demo “Perdition of Souls” (1989), una que Ricardo Roberts dedica tanto a los adolescentes que eran en 1991 como a los de hoy.

atreyu
Lo adelantábamos unos párrafos más arriba, y debemos acentuar lo que provoca Atreyu como aportador de diferencia multiplicada por espectáculo. Una banda con poco más de un cuarto de siglo de trayectoria, cultivando una propuesta arraigada en el metalcore y otras corrientes orientadas hacia lo que apunta la aguja musical desde los 2000. El factor emotivo es esencial en lo que los de Yorba Linda proyectan tanto en sus seguidores como en los no tanto. Músicos bien dotados y con un desplante en escena que se manifiesta hasta el final, con los guitarristas y el bajista levantando sus instrumentos y tocándolos al revés, a lo Hendrix. Casi nada.
Desde la intro de “Sandstorm” (original del destacado músico y DJ finés Darude), la que da paso a las iniciales “Drowning” y “Become the Pull“, quedando claro que Atreyu no se guarda nada. En especial por la interacción que Brandon Saller entabla con el público, al punto de bajar a la cancha, subirse a la platea y bajar por uno de los accesos a cancha, rodeado de cientos de celulares registrando dicho momento. Incluso el propio Saller se da el tiempo de posar con algún fan para la selfie sin descuidar en lo absoluto su hilo vocal. Lo que hace de “The Time is Now” una fotografía, lista para enmarcar en la memoria de quienes lo vieron y lo vivieron. Y es solamente una muestra de la entrega que Atreyu, en todas sus líneas, exuda en vivo sin importar nada más que darle a la gente una experiencia emocional hasta la médula. Al menos en contexto de festival, poco que agregar respecto a una banda largamente esperada y que la rompió a su manera en suelo chileno.

dark angel
Y nos fuimos de lleno al thrash metal, a lo que transformó el Hipódromo Chile en una caldera, como hace poco más de un año. Esta vez por un motivo doble, empezando con el regreso de Dark Angel. La cuarta visita, tras dos apariciones en Metal Fest y una tercera pero en solitario, en el Teatro Cariola. Uno a uno sale a la tarima la banda; y así aparecen aparece Gene Hoglan, Eric Meyer, Mike González y Laura Christine, todos en sus posiciones y funcionando como máquina bien aceitada en la intro de “Time Does Not Heal“, la que le da título a su placa más elevada. Y en el momento indicado, Ron Rinehart completa la alineación liderando el ataque de metal oscuro y rápido.
Un comienzo arrollador, mientras “Never to Rise Again” entra a patadas como todo un himno de frustración, seguida de “No One Answers“. Ambas del excelente “Leave Scars” (1989) con la potencia suficiente para echar fuego tanto en el escenario como en un público que responde a la altura requerida.
Si bien hablamos de una banda que no cuenta con el mismo alcance transversal que Metallica o Slayer, Dark Angel en vivo tiene eso que le da un peso como nombre ejemplar en el género que sea: un catálogo discográfico con pedigrí de clásico en toda colección, y la forma en que dicho catálogo en el directo se transforma en un aluvión sónico que arrasa con todo a su paso. Lo que incluye no solamente el moshpit en cuestión, sino artefactos como latas, vasos y prendas como zapatillas y polerones volando sobre plena zona de desastre. Y por mucho que trates de poner el ojo y el oído en la destreza que Erc Meyer y Laura Christine en las seis cuerdas, o en la categoría que Gene Hoglan imprime en cada golpe y patrón rítmico como baterista de metal por naturaleza, es imposible omitir el frenesí de una gallada con sed y hambre de thrash al hueso.


sodom
En una línea relativamente similar a la de Dark Angel, el otro lado del charco tuvo a Sodom, como el representante más feroz de la oleada thrash que asoló Europa en los ’80s. Tanto como hablar de sus trabajos más emblemáticos -y los que devolvió a los alemanes a la primera división en su género, en el crepúsculo de los ’90s, es complicado elaborar una descripción sin caer en el cliché y la metáfora para salir del paso. A veces nos quedamos cortos en nuestra labor, y es ahí cuando nos acordamos de lo que transmite una música cuyo último interés sería “agradarle al resto”. Y podemos corroborar desde la empezada con “Silence is Consent” que Sodom mantiene intacta su postura de “si no puedes cambiar todo, puedes gritar todo”. Le sigue “Shellfire Defense“, “Jabba the Hut” y “The Crippler“, todas joyas algo escondidas en el repertorio de los de Gelsenkirchen pero nutridas de un altísimo poder destructivo en el directo.
Si hubo bengalas presentes en algunos pasajes de los 90 minutos de Dark Angel, “Agent Orange” fue el primer pasaje en que dichos elementos estuvieron presentes. Un cataclismo de metal, mosh y violencia que hicieron de la centrífuga humana una extremidad más de un show pantagruélico a nivel de sonido y respuesta. Al mismo tiempo, y tal como podemos apreciar en el orden del set, “Let’s Fight in the Darkness of Hell” nos remonta a la época de los primeros cassettes demo, a pesar de su regrabación para el reciente EP “1982” -el título que rememora el año en que Tom Angelripper, entonces un joven trabajador en minas de carbón, inició su carrera musical. La generosidad con esas joyas (muy) ocultas en el repertorio, una jugada notable por parte de una agrupación que se aferra al salvajismo como parte de su ADN. “Proselytism Real” también merece su lugar, la única embajadora del ultra cavernario LP debut “Obsessed by Cruelty” (1986).


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