Rugido Austral

MUDHONEY
EL TESORO DESCUIDADO DE SEATLE

Escrito por korgull McLeod

Cuando se habla del grunge y todo el movimiento rockero surgido en Seattle en el amanecer de los ’90s, salen a la palestra los cuatro nombres mencionados en el libro de historia: Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden y Alice in Chains. Detrás de ellos -o completando el cuadro, si se quiere-, Stone Temple Pilots terminó por conformar la banda sonora de una década revolucionaria e irrepetible. Todos nombres laureados y caras visibles de un movimiento de alcance contracultural, grabados a fuego en toda una generación. 

Muy detrás de ellos, y por muy extraño que parezca, Mudhoney figura como un nombre casi invisible. Extraño viniendo de una agrupación que ya venía haciendo cosas desde finales de los ’80 y terminó catapultando a Nirvana y Pearl Jam como las luminarias definitivas del rock de los ’90s. “Héroes no reconocidos” en palabras de Eddie Vedder, fan declarado de Mudhoney. Recordemos que Pearl Jam llevó como invitados especiales a Mudhoney durante aquella gira que trajo a ambas bandas por primera vez a Chile (esas dos jornadas lluviosas en San Carlos de Apoquindo, noviembre de 2005… hace 20 años!!). Y es que Mudhoney es un caso atípico, una anomalía en un movimiento en que, además del regreso a las raíces del rock pesado y su vertiente clásica, la muerte rondó para llevarse a sus voces más emblemáticas. El suicidio de Cobain, la muerte por sobredosis de Layne Staley, las lloradas pérdidas -recientes- de Chris Cornell y Mark Lanegan. Poco más atrás, la década del ’90 arrancaba con el éxito de Mother Love Bone y la trágica -e inmediata- partida de Andrew Wood (tenía apenas 24 años)… de alguna forma, el ‘grunge’ y la muerte parecen ir de la mano, al punto de volverse un cliché.

A diferencia de los ejemplos mencionados arriba, Mark Arm sigue con vida y activo al frente de su banda desde hace más de tres décadas. Mudhoney es una banda carente de reconocimiento, desprovista del marketing que los medios -o lo que alguna vez fue MTV- impulsaron cuando necesitaban construir nuevas celebridades o “héroes”. Tampoco tienen un “rockstar” mártir, sea por depresión o sobredosis. Y si bien tuvieron en su momento el espacio de difusión en la parrilla de MTV, su propuesta siempre apeló al rock sucio y desprolijo. Blue Cheer, MC5, The Stooges y Black Flag, todos nombres adheridos al ADN de una agrupación que abrazó el ruido y la esencia del primer rock pesado, todo en favor de su propia firma de sarcasmo y humor en base a lo cotidiano.

Tras la disolución de Green River, Mark Arm -por entonces pegado con Neil Young y los mencionados Blue Cheer y Black Flag-, se reúne con el guitarrista Steve Turner y el baterista Dan Peters -ojo!, todos juntos hasta hoy- para formar una banda con la disposición de ensayar antes de subirse al escenario. Para Turner, Green River se inclinaba a un hard rock que no era de su gusto, y Mudhoney brinda la posibilidad de hacer algo distinto, en la misma frecuencia que Dinosaur Jr, Sonic Youth y unos primigenios Melvins. Al firmar con el hoy mítico sello Sub Pop, llegan los resultados con Superfuzz Bigmuff (1988), un trabajo con duración de 23 minutos y un estilo arraigado en el furor rítmico, el predominio de la distorsión y el octanaje de las guitarras.

 La voz de Mark Arm, un rasgo que destila mofa y humor negro, como quedaría claro en el single “Touch Me I’m Sick”, su primer gran éxito. El año siguiente será el del LP homónimo, una placa que ya los muestra en toda su forma, chorreando espasmos siniestros de cochambre sónica. La consagración llegaría con el siguiente “Every Good Boy Deserves Fudge” (1991), una placa monumental en su objetivo de darle al rock pesado -pensemos en Black Sabbath- sus buenas cuotas de celeridad y humor.

A lo largo de los ’90s, en plena era de los conciertos “desenchufados” de MTV y el suicidio de Kurt Cobain marcando un punto angular a nivel mediático, Mudhoney se mantuvo fiel a su integridad. “Piece of Cake” (1993), “My Brother the Cow” (1995) y el definitivo “Tomorrow Hit Today” (1998) denotaban las inquietudes de una banda que no tuvo complejos en expandir su sonoridad, a la vez que el humor se mantiene en distintos grados. Una trilogía de LPs que los mantuvo lejos de la exposición mediática de sus compañeros más aventajados, pero lo suficiente para despertar entre los fans acérrimos un culto que reivindica los valores del rock más espeso y polvoriento. Y el amor por el riff también es un factor determinante, lo que le permitió a Mudhoney respirar durante los ’90s los mismos humos que Monster Magnet, Kyuss y Fu-Manchu. 

Los 2000 empezarían de manera no tan auspiciosa. El bajista Matt Lukin, se retira, y no solamente de la banda, sino de la música. Un par de años antes (1999) ya había decidido partir solo para después regresar para acompañar a sus colegas en una gira. En 2001, será de manera definitiva -hoy dedicado a la carpintería-, y coincide con la edición de trabajos radicalmente distintos a los más laureados en los ’90s. “Since We’ve Become Translucent” (2002), el primero con el actual bajista Guy Maddison, se introduce en lugares más accesibles, con algunas concesiones a la psicodelia y el jazz. Un viraje al que los fans más antiguos -o al menos la mayoría- recibieron arrugando la nariz. Y es que tanto dicha placa como las dos siguientes se concentraban en la exploración de lugares menos agrestes y mucho más amables, siempre rigiéndose por las ideas de sus creadores. Sus producciones más recientes recuperaron algo de la mística sucia y desordenada de sus años dorados, entablando un equilibrio entre lo alternativo y el desplante que los hizo una bestia indomable en los ’90s. Lo que en “Plastic Eternity” (2023), su lanzamiento más fresco, logra un nivel de perfección que sólo se logra mediante una idea genuina y yendo más allá del lugar común. Lo que los tiene vigentes después de más de 35 años de carrera.

Este viernes 28 de marzo, con el Teatro Coliseo como próximo epicentro, Mudhoney volverá a nuestro país. Será la tercera en 20 años, tras el debut en suelo chileno como invitados de Pearl Jam y, posteriormente, en el teatro La Cúpula del Parque O´Higgins, liderando el festival Sub Pop junto a los canadienses METZ y los nacionales Guiso. Poco más de una década hubo que esperar esta vez, demasiado tiempo para una banda fundamental, cuya naturaleza “descuidada” y subterránea significa un culto obligatorio cuando se habla de rock hasta la médula. Y es que, tal como The Cult y The Damned, dos nombres ilustres que pasaron por la capital hace unos días, Mudhoney en vivo es una liturgia necesaria con lo diferente y lo ‘enfermo’, siempre en base a lo mínimo en recursos de producción y el máximo en personalidad. HERE COME SICKNESS!!!

 

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