Rugido Austral
EXECRATOR Y CERBERUS EN MIBAR: ARDE SANTIAGO, ARDE!!! - 05 de abril
Escrito por MARIO GONZÁLEZ
Fotografías por MAURICIO SÁNCHEZ
Un sábado vertiginoso en esta maldita ciudad, en cada rincón se podía oler cómo el azufre expandió su narcótico sabor, sobre todo en ese maléfico Mibar, en donde las hordas bestiales iniciaron un rito de puras blasfemias infernales, encadenada a esa vieja escuela de culto salvaje.
EXECRATOR
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Las lágrimas de sangre cayeron desde los penitentes rostros que no daban crédito al ver el color que se formó en el cielo, la peste ennegrecía a las figuras que comenzaban a darse cita para presenciar el torbellino qué comenzaba a hacer caer a pedazos los malditos rezos de los cobardes beatos.
Execreator pisa el escenario formando un vendaval anticristiano, imbuidos en la máxima perversidad llena de ignominia que lacera el espíritu de aquellos penitentes de cobarde alma que va nublando a cada paso sus débiles mentes, además de no tener la capacidad de liberarse de las ataduras impuestas por insignificantes dogmas, lamentándose en un constante espiral de vergüenza y latencia.
Es allí donde ahínca toda su agresividad la bestia que se tomó por asalto nuevamente un escenario, para liberar pensamientos y depurar esos espíritus que vuelven a quedar impíos después del sacrificio. Execrator se vuelve inquebrantable al disparar con llamaradas de fuego toda su artillería, mostrándonos toda la furia por este hipócrito sistema, en donde la oscuridad se hace presente por el constante machacar que nos entrega, sin darnos ningún respiro, a los sanguinarios que presentes en este soberbio rito, retrocedemos a los noventa, en dónde el underground expelía su máxima miseria.
Las llamas que consumen cada hipócrita iglesia se hicieron presentes en una noche que caldeaba las impuras almas y en conjunción con las vociferaciones llenaron de blasfemias cada rincón de este mísero planeta.
La presentación se vuelve un torbellino soberbio, con guturales que hacen presente la oscuridad más soterrada posible, aunque el sol arrecia y nos golpee fuerte, Álvaro Lillo demuestra esa crueldad presente en cada lírica y nos hace partícipe de este rito que llama constantemente a que las tinieblas se hagan presentes y nos gobiernen. Sembrando el odio y propagando la execración de la maldita paria que se cree en expansión.
Execrator golpeó duro, al igual que en aquellos lejanos tiempos en dónde la furia desatada sobre el escenario es de una entrega única, la profanación se hace posible en cada pulsada y la presentación dejó una huella de azufre palpable a cada uno de los presentes.
CERBERUS
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La tierra abría sus fauces para dar paso a la bestia que inconmensurablemente va despedazando cabezas, cercenando sueños, arrebatando la vida a millones de cobardes que tienen la vista puesta en sus despojos, cerrando los ojos a lo que verdaderamente transcurre enfrente de sus rostros.
Cerberus es una furia apocalíptica que nos llevó a navegar por los meandros más oscuros de nuestra mente, los cuales fueron inundados por el vértigo que se apoderó de pensamientos malditos y la ferocidad de las ideas inconscientes quedaron impregnadas por ese ser de tres cabezas que devastó los designios de los malditos cristianos que se atrevieron a pisar el suelo que ya horadado permanecía latiendo con llamas emergentes.
Revivir ese sonido del pasado para poder entregarle nuevos aires y desarrollar ideas propias no es nada de fácil, pero para Cerberus los más treinta años sobre los escenarios se notaron, por la calidad que en cada riff entonaron, la ferocidad old school brota desde la escencia, cada canción que presentaron sobre la tarima de Mibar tiene esa terrible oscuridad que se vuelva cada vez más inclemente, en donde lo clásico se vuelve a juntar con el presente, volviendo dementes a los presentes.
Sin piedad la pústula brotó sin parar transformando todo en un páramo de putrefacta liberación, que envolvió a los malditos en un mar de extrema subordinación. El paroxismo fue una catarsis en plena ebullición en dónde no se dio respiro para tanto metal muerto de antaño, ese de la vieja escuela que nace en los albores de la malignidad, desde esos cauces que cambian ríos para desembocar en mares que transforman una tranquila marea en furiosos vendavales.
Cambiando el destino de miles, escribiendo nuevos sonidos en partituras que se transforman en piedra, como mandamientos venidos desde el mismo infierno, que a lo largo de los años siembran la semilla que germina en millones de nuevas energías, en llamaradas que invocando desde tiempos ancestrales se toman por asalto este maldito parajes.
Cerberus fue brutal y monstruoso, el peso descomunal de las guitarras que muestran los tempos llenos de perversidad impertérrita, con solos inundados de agresividad lasciva, vociferaciones infernales, un machacar sin piedad constante, transformando la presentación en una vorágine de crueldad sin misericordia ni subordinación.