Rugido Austral

SUFFOCATION EN SALA METRONOMO

Escrito por KORGULL MCLEOD

Fotografías por FRANCISCO AGUILAR

Este 2025 se cumplen dos décadas de la primera vez de Suffocation en nuestro país. Fue un 5 de septiembre de 2005 en el Teatro La Cúpula del Parque O´Higgins, abriendo el regreso de los supremos Morbid Angel. De ahí en adelante, los neoyorkinos se ganaron por derecho propio la localía en un país donde el death metal es mucho más que un fenómeno musical. Por algo el prestigioso sitio web All Music les rotuló como “la banda death metal para entendidos“; el debut con “Effigy of the Forgotten” (1991) marcó el punto angular durante la era dorada del género, cuando el debate entre el virtuosismo musical y la brutalidad se resolvió mediante el equilibrio que Suffocation traspasó al género. Así es como, un par de años antes que Death, Cynic y Atheist se anotaran como referentes del death metal técnico, Suffocation ya lo hacía a su manera, sin sacrificar nada de ambos elementos mencionados, sino que hermanaba la velocidad adrenalínica con la apertura hacia nuevas dimensiones rítmicas.

La nueva paliza sónica de los de Long Island en el Sur del Mundo anunciada apenas un par de semanas antes, llegó con la promoción del más reciente trabajo “Hymns from the Apocrypha” (2023). Un trabajo que no busca reinventar la rueda en estos días, pero que da cuenta de una consistencia y resolución que ha mantenido a Suffocation en la brecha durante más de tres décadas. Entre la brutalidad del sonido y la sofisticación a nivel de escritura, hay algo en Suffocation que permanece impertérrito y sólido ante cualquier opinión o tendencia ajena a sus designios. Y todo eso es lo que motiva, al menos en esta parte del Globo, a la convocatoria de una fanaticada que respira tamaño despliegue de energía y calidad al servicio de lo que importa. Y era cosa de tasar al interior de la Sala Metrónomo a un público donde se encontraron generaciones completas y para todos los gustos dentro del mismo espectro, con camisetas de Cannibal Corpse, Broken Hope y Decapitated en torno a la descarga de blast-beat y complejidad que Suffocation propaga en vivo desde la calidad que desarrolla en el estudio.

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La primera andanada estaría a cargo de Sikario, un nombre obligatorio en estos días cuando hablamos de metal extremo inclinado al death. Desde el arranque con “Strange and Unpleasant Revelation” -¡vaya título!, llevan el ejercicio musical a un muro de sonido que transita entre el death metal primigenio, el estilo groove que popularizaron pantera y Machin Head durante los ’90s, y las corrientes ligadas al sonido metalcore. Hablamos de una banda que abraza el metal extremo en todas sus formas, como podemos notar en las siguientes “Human Nature“, “Destroy the Messiah“. “Mother Wake Up” e “Evil Glass“. Todas desfilando, una a una, con la firmeza propia de un género que va siempre al ataque.

Resulta admirable la admiración que Sikario profesa hacia Criminal, desde el nombre inspirado en su placa del mismo nombre (2005), hasta en parte de su sello clásico. Por ende, el homenaje al recién malogrado Rodrigo Contreras, guitarrista histórico y fundador de Criminal, y figura vital en el desarrollo del género en Chile durante los ’90s-2000, hizo de “Odio Engendrado” un momento especial. Una captura de la dedicación que Sikario proyecta desde la expresividad de su estilo hacia sus -y nuestros- héroes. Y cuando llegamos al broche con “Disavowal“, asumimos que hay una fuerza creativa que en el directo traduce su propósito con la convicción que requiere tocar esta música que expande su matriz personal. Sikario se basta de media hora para probar en vivo su linaje ganado a pulso y sangre.

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Desde Chillán, y con “Yo soy el Fuego” dando el puntapié inicial, el death metal de Gangrena tiene algo que decir mientras la Metrónomo subía su temperatura a punta de calor corporal.

Con poco más de 20 años y un catálogo discográfico de culto para todo fan del estilo a nivel local, estos señores entablan una firmeza a prueba de todo. “Gritos en la Oscuridad“, “Un Acto Perverso” y “Vomitando Insectos“, solo por nombrar un puñado de su repertorio, tienen todo lo que el género debe ser en su esencia, a la antigua. Y con un formato de power-trío, se bastan de lo justo para desenvolver el máximo de lo que saben hacer. 

El show de Gangrena fue dinámico y poderoso; mientras la gente llenaba el local el sonido golpeó fuerte las paredes en una demostración de que el sur de nuestro extenso país también cuenta con agrupaciones que son merecedoras de grandes escenarios. Una avasalladora percusión, guitarras con riffs a máxima velocidad y una voz que rompió el aire fueron agradecidas con aplausos y gritos de los fanáticos que llegaron temprano al lugar. 

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SUFFOCATION

A eso de las 21 horas, y con la Metrónomo ya colmada en todos sus rincones, bastaría con la infaltable “Thrones of Blood” para que todo se viniera abajo, así de una. A lo que vienen, sin dobles intenciones y dejando todo sobre el escenario, Suffocation llega como una máquina asesina (literalmente hablando), y con un frontman de la talla de Ricky Myers -la elección natural para ocupar la vacante del histórico Frank Mullen, tanto lo que ocurre arriba del escenario como en la cancha se vuelve una fotografía panorámica de lo que provocan los norteamericanos durante cada incursión en estos rumbos. De ahí vamos de inmediato con “Seraphim Enslavement“, una de su ciclo actual y que denota la vigencia que Suffocation hace flamear a pura convicción y trabajo duro.

A pesar de los constantes movimientos de piezas y la considerable extensión de su discografía, “Effigy of the Forgotten” es la prueba irrefutable de que los clásicos prevalecen ante todo. Es la fidelidad a muerte a sus raíces lo que hace grande a Suffocation hoy como ayer. Y mientras “Dim Veil of the Obscurity” da cuenta de un presente fulguroso, podemos apreciar las virtudes de un cuadro que ejerce la simbiosis entre la técnica pulida y la máquina trituradora. Un lujo tener nuevamente a próceres como Terrance Hobbs comandando el escuadrón de riffs, secundado en los solos por un Charlie Errigo pletórico en su labor. En el bajo, Derek Boyer es un espectáculo visual con su instrumento hasta abajo de la rodilla, en una posición quizás inusual en lo convencional pero habitual para los amantes del metal extremo hasta el sudor. Y en la batería, tienes a Eric Morotti dictando cátedra de potencia y destreza instrumental abismales. Si vamos a hablar del blast-beat y su uso distribuido con sabiduría, Morotti aplica su experticia en base al fiato con sus colegas de ruta, lo que dice bastante sobre la llegada de Suffocation hacia un público que se encuentra con tamaña descarga de bestialidad con base en la sofisticación musical.

Nos gustaría destacar el papel de Ricky Myers tanto en escena como por su prodigiosa voz de gutural profundo. El tipo viene girando con Suffocation desde que Frank Mullen anunció primero su retiro del circuito de giras, para después confirmar que sus días en la banda llegaron a un punto final. Myers se ganó a sudor y sangre el puesto, y en el directo lo demuestra con la superioridad de un gigante, literalmente. A grito corto y preciso, llama al ‘circle pit’ en pasajes como la clásica “Pierced From Within“, y el público responde formando la centrífuga humana como si se les fuera la vida. Lo otro es que sus deberes como baterista en Disgorge explican ese movimiento de brazos durante los pasajes instrumentales de mayor rapidez. Myers, literalmente, come y respira death metal en su cara más técnica y brutal, lo que desde los fans más exigentes le llega una recepción más que calurosa. Es entendible, si en un estilo como el que practica Suffocation desde hace más de 30 años, hay que estar pleno y con toda la atención hacia las nuevas formas, claramente sin renegar de su integridad.

Si hay algo que emparenta a instituciones vigentes como Suffocation con leyendas gloriosas como Slayer, además de la convicción que marcaron sus respectivas trayectorias, es la forma en que ambos nombres traducen el trabajo en estudio a la paliza en el directo. Y Suffocation tiene aquello que te puede gustar todo o no te va a gustar nada. No es para ‘turistas’ ni ‘curiosos’, sino para un público que disfruta de lo extremo hasta la médula ósea. Lo cual no solo se grafica en el mosh, sino en esos cuerpos que flotan sobre un mar de gente hasta la barricada, en algunos casos sobrepasando la seguridad. Y es que, más allá de la excelencia musical, Suffocation provoca un efecto de catarsis que no se mide con nada, incluso escapando a la objetividad de cualquier músico entrenado. 

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Lo bueno de tener a Ricky Myers en tu banda, además del factor escénico y vocal, es que la tiene clara al salir unos minutos del escenario para que el combo instrumental, liderado por Terrance Hobbs, reluzca sus credenciales como instrumentistas, como ocurre en “Clarity Through Deprivation“. De ahí en adelante, “Descendants“, “Catatonia“, “Liege of Inveracity” y el remate con “Infecting the Crypts” caen como misiles y devoran como pirañas. Imposible graficar de otra forma ese tramo final, sobretodo cuando Charlie Errigo aprovecha un instante para acercarse al público lo más posible mientras lo da todo en las cuerdas. Hay un disfrute mutuo, el que Suffocation aprovecha durante cada pasada por Chile, un país al cual los norteamericanos bajan desde un trono que los hace leyendas para refregarnos en la cara el impulso latente de un estilo incontrolable, el cual tiene la fuerza suficiente para atravesar nuestros cuerpos desde adentro. Por eso es que Suffocation es tan diferente a muchas otras bandas, tanto en el directo como en su catálogo. Y esa diferencia les ha permitido seguir en la ruta aferrado a sus símbolos de sangre.