Rugido Austral

PENTAGRAM EN MIBAR: ETERNA LOCURA QUE EMBADURNA LA NOCHE

Escrito por MARIO GONZALEZ

Fotografías por FOTOS METAL

Las penumbras se tomaron los acordes que resonaron desde las profundidades de la tierra, construye grietas en los caminos desde hace cuarenta años, por las cuales va emergiendo un latido que no tiene freno, es el machacar constante de una presentación que sobresale, como un ente venido desde el infierno, Pentagram construye una obra que se vuelve descomunal al romper el eje del tiempo.

Pentagram se transforma en la tempestad que golpea el rostro de aquellos que silentes acompañan las horas llenándose de congoja se sumergen en cavilaciones de profunda introspección, ven como el color se disipa del horizonte, y desde el máximo terror la oscuridad domina la planicie con la intensa lluvia azotando sin contemplación.

Apagada la conciencia de aquellos vacuos pensamientos todo vuelve a fluir con la inmensidad de la locura que nos irradia el polvo del trastorno, alineándonos con sones que se vuelven pantanosos, llenos de virtud infectada de virulencia en dónde Pentagram descarga artificios provenientes de otros tiempos, que arraigados en su visión pérfida vuelven a presentarse sobre el escenario con el aire infectado.

Pentagram corroe la noche como un huracán maldito, que martilla a los insignificantes que abren surcos con sus lamentos cobardes, inundando su vida miserable de pesares, navegamos más allá de las puertas dimensionales, volviendo al origen en dónde el pacto entre humanos y bestias se celebra con sacrificios en donde la sangre se riega en la tierra, desde arcaicos sonidos que dan origen a la devastación que se toma el control de esas características propias que Pentagram entrega en vivo,  exudando un destacado y putrefacto aire, porque las llamas que se levantan desde los volcanes de intensa oscuridad dotan a este cuarteto de una magnitud infernal. 

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Los dolientes vieron como desde el máximo terror la oscuridad dominó la planicie con la intensa lluvia azotando sin contemplación, cuerpos abandonados a la intemperie que a cada segundo se marcaron sus carnes bajo el signo de la usurpación.