Rugido Austral
JUSOLIS EN MI BAR
DERECHO DE SANGRE Y LUGAR
La expresión “eslabón perdido” es un término al que los medios de comunicación recurren con frecuencia ante una noticia de carácter científico. Se utiliza como referencia a los fósiles o especies extintas cuyos rasgos morfológicos determinan una relación ancestro-descendiente entre dos tipos de organismos. Y dicha expresión es la que numerosos medios de prensa le han aplicado a Jusolis, banda chilena de culto en el circuito subterráneo durante más de tres décadas. Activos entre 1992 y 1994, Jusolis marcó un hito en el underground nacional con un rock literalmente pesado, sumergido en lodo y tapado en sarro. Hubo que esperar precisamente 30 años para el regreso a los escenarios, el cual se concretó en MiBar en 2024, en una junta de amigos liderada por Yajaira, la banda que Sam y Flecha, dos de los integrantes de Jusolis, formarían junto a Comegato en el corazón de los ’90s. Y otro año más habría que esperar para el lanzamiento de su placa debut, un lanzamiento que debió esperar muchos años pero que le tocó ver la luz en el momento indicado.
Fotografías cortesía de: JUAN FRA
Escrito por: KORGULL MCLEOD
En los ”90s, la amalgama de stoner, hard rock y grunge que Jusolis forjó como distintivo a nivel local, era un bicho raro en una escena subterránea dominada por el thrash y el death metal. León Berdichevsky (guitarra y voz), Samuel Maquieira (guitarra), Felipe ‘Rama’ Orellana (bajo) y Sebastián ‘Flecha’ Arce (batería y percusiones) se la jugaron para escribir su propio material, el cual engloba huellas como las de Skin Yard, Monster Magnet, Gruntruck, Kyuss y el primer Corrosion of Conformity. 31 años más tarde, la misma alineación estrena en MiBar un lanzamiento tan esperado como legendario, desenvolviendo su espectáculo en un recinto a tablero vuelto.
En una liturgia con todas las de la ley, el trance sonoro de Icarus Gasoline hizo lo suyo. Lo que desde el groove lisérgico de “Amigo Fiel” expande con fluidez hasta el rincón más ignoto el espacio sideral. Y es que el cuarteto originario de Punta Arenas destaca por un acto en vivo que proyecta su halo de psicodelia y fuzz que devela los misterios del Sur del Mundo ante un público entregado desde el arranque. Al mismo tiempo, tanto el corte mencionado anteriormente como la siguiente “Diamantes” tienen su lugar en el orden del set con motivo del reciente lanzamiento en vinilo de Púrpura Esencial (2017), un trabajo fundamental en el desarrollo de la psicodelia pesada -o “heavy psych”- a nivel local y sudamericano. Por ende, había que celebrar por partida doble, y con justa razón.


Lo que hace de Icarus Gasoline un nombre único en su especie, es la forma en que traspasa su discografía a un espectáculo marcado por el viaje y la experiencia sensorial. Tanto “Sick” y “Money or Love” como las más antiguas “Lo Desaparecido” y “La Huella” se imponen a punta de una destreza instrumental que sus cuatro integrantes disponen en favor de una biósfera espectral que se mueve entre la intensidad sonora y los momentos creativos que se exponen de cuerpo completo. El bajo de Pablo Díaz y la batería de Rodrigo Millán se entienden como hermanos en un torrente rítmico, sobre el cual las guitarras de César Haro y Patricio Toloza se comunican telepáticamente. Digámoslo, es la impresión que nos genera una agrupación que surca un mar de distorsión a punta de experiencia y oficio, como lo vienen haciendo durante años lo han traspasado a sus producciones en estudio. Por eso a Icarus Gasoline les ha ido bien; entre una postal de César jugando con el feedback del amplificador y la solidez grupal en el escenario, hay una dedicación absoluta hacia la rúbrica que han diseñado y construido a su manera.
En una reunión histórica de viejos y nuevos amigos, era fijo que MiBar se volvería una caldera. Y la ola de cuellos sacudiéndose con el puntapié inicial de “Air Vacuum“, es lo que basta para entender la importancia de Jusolis ayer y hoy. Si la vez anterior en la parroquia de calle Santa Isabel fue una sorpresa tanto para los seguidores antiguos como para una generación que hoy los descubre como un tesoro escondido en el underground chileno, la del viernes recién pasado responde a la confirmación de una propuesta que se mantiene incólume en todos sus flancos. Una oleada de cuellos castigándose al ritmo trepidante de un estilo que aplasta todo a su paso, con un aluvión de sonido demoledor y una habilidad instrumental que se basta de lo justo y necesario, lo que le basta a Jusolis para transformarse en un monstruo cuyas fauces engullen distorsión sin respiro. Y la pregunta de León: “¿Quienes vieron a Jusolis hace 30 años?” se responde de muchas formas, ya sea entre un público que acusa su experiencia sin drama, o en quienes escucharon hablar de Jusolis como un mito urbano en el rock chileno.

El oleaje de cuerpos sudorosos en “Sweet Weed” dice tanto como cualquier análisis o término rebuscado al cual suele apelar el periodismo musical. Con qué clase, con qué jerarquía el fulgor creativo de hace tres décadas se traspasa a un enorme despliegue de categoría y garra. Uno de los momentos más destacados tanto de la jornada como de lo cuajado a fuego lento en el estudio. Es ahí donde somos testigos y partícipes de una biósfera de rock pesado y cochambroso que sus intérpretes vienen respirando durante más de 30 años, para después escupir todo su brío a través de los amplificadores. “Los amplificadores hablan más fuerte que las palabras“, como predican los supremos Eyehategod. Y Jusolis, una criatura que se volvió una bestia de escenarios pone en práctica todo el aprendizaje adquirido respecto al sonido pesado con distorsión en su justa medida. Todo lo que define la identidad de una banda, sin necesidad de la información gráfica. Como podemos apreciar también en “Take the Bone” y “Smokey“, con la primera denotando el amor por Skin Yard y Gruntruck, mientras que la segunda, más tirada al sludge con brochazos de psicodelia espesa, conforma una radiografía en vivo de lo que es Jusolis en su forma químicamente pura.
En algún pasaje del show, León aprovecha de hacer mención a la estadía de ‘Rama’ en Canadá para presentar un clásico de Buffalo Springfield (vía Neil Young), la ácida e infatigable “Mr. Soul“. Una estación memorable para quienes gustamos del rock clásico más allá de los mismos consagrados que aparecen en el libro de historia. En manos de Jusolis, avanza como una aplanadora con destellos de genialidad individual, sobre todo en las cuerdas de Sam y León. En esas mismas manos, “Face Down” de Monster Magnet recibe el tratamiento correspondiente, adaptándose con naturalidad a la sintaxis de rock sucio y desprolijo que Jusolis moldea en toda su estructura. Aquí un buen ejemplo de una selección cuidadosa e inteligente de las bandas a versionar, todas formando parte de un ecosistema que Jusolis, en la suma de sus partes, habita y respira desde esos días de salas de ensayo y escenarios subterráneos con jams de proporción montañosa hasta la catarsis.

El repaso al material original culmina con la dupleta compuesta por “Grua“, la que abre su lanzamiento recién salido del horno, y la instrumental “Jusolis“. Detengámonos un rato acá, en el instrumental que cierra su primer lanzamiento y nos muestra todas las virtudes creativas traspasadas a un despliegue en vivo de alto impacto emocional. Las postales de Sam en llamas y dejando la vida en cada nota, o la de ‘Rama’ sumándose al ataque de cuerdas en plan cómplice de mil y una incursiones, ambas resumen el ideal artístico de una banda que hoy cierra un círculo para los archivos del rock chileno. Y es que “Jusolis”, la pieza, nos expone sin pudor alguno las virtudes tanto creativas como técnicas que Jusolis ha mantenido intactas, potenciadas en base a una idea concreta y las experiencias que sus componentes adquirieron en sus respectivos caminos individuales, convergiendo todo aquello en un despliegue de melodía y ritmo adjunto a la suciedad que distingue su firma a nivel local. A destacar, tanto como la química bien preservada entre Sam, León y Rama como responsables del chorro de barro sónico que proyectan las guitarras con la profundidad de las bajas frecuencias, el disfrute que Seba imprime en cada golpe y patrón rítmico para traspasarlo en conjunto a un público que abraza dicho sonido. Una comunión con el sonido espeso, hasta la médula.
Para un público encendido tras un espectáculo incendiario, “Just One Fix” de Ministry llega como un regalo, la descarga final de una presentación rutilante de inicio a fin. Fueron 30 años en que el nombre de Jusolis no pasó de ser un nombre mítico que corrió de boca en boca, sin el reconocimiento de los medios y sumergido en el barrial de los tiempos. Un fenómeno parecido al que provocó Pentagram, nuestro Pentagram, cuando The Malefice (2013) por fín cumplió el sueño de creadores y seguidores. En el caso de Jusolis, una década más tarde, y haciendo honor al origen de su nombre, el retorno implica el reclamo legítimo por lo que le pertenece. Por el hecho de nacer en el territorio más austral del globo. Un territorio que, muchas veces es drástico y desmemoriado con sus hijos ilustres. Para Jusolis, el derecho de sangre y lugar es lo que importa, ante todo.