Rugido Austral

Acero Nacional: 15 inviernos de acero fundido con sangre

En algún momento del espectáculo, Andrés Fuentes pronuncia una frase tan simple como categórica: “cuántas bandas chilenas pueden jactarse de cumplir 15 años”. No es solamente un número o un aniversario más. Son 15 años de una agrupación que ha hecho del empuje y la determinación sus mejores armas. No se entiende el heavy metal -ni el rock duro, sin dichos rasgos, sea en Chile, o en cualquier otra latitud y época. Y en el caso de Acero Nacional, hay un mini-álbum, dos LPs y un álbum/video en vivo que conforman un catálogo que se traspasa a una descarga aplastante de potencia y actitud en el directo.

Fotografías cortesía de:  FOTOS METAL

Escrito por: CLAUDIO MIRANDA

Difícil, como suele ocurrir en estos casos, encontrar las palabras exactas para lo que genera Acero Nacional. Asistencia obligatoria para los seguidores desde los inicios. Un mazazo en el cráneo para los nuevos amigos, como la banda se dirige a su público. Nos quedamos cortos ante lo que despliega una banda que derrite el trueno en su explosión eléctrica. Al mismo tiempo, la convocatoria es inminente y demora lo justo y necesario en repletar MiBar, tanto en cantidad como en lo que genera una agrupación que hace de lo cotidiano en sus letras una lección de vida que no se aferra al ‘trending topic’ de las redes sociales, sino al propósito inquebrantable de sus integrantes. Eso que es tan importante en una banda como la destreza instrumental. Y el heavy metal, más allá del gusto personal de turno, tiene todo eso que abrazan sus seguidores.

DRAKE

Como en toda fiesta de cumpleaños, antes del celebrado son necesarias las palabras del ser querido de turno. En este caso, el del hermano, los hermanos. La fraternidad que Drake ha entablado con Acero Nacional desde los inicios se traduce en una muestra de energía y jerarquía que, desde el arranque con “Solo un Instante” y “La Iglesia del Mal“, impone sus términos sin ‘pero’ alguno. Y es que el desempeño de Felipe del Valle, un frontman con voz ultra dotada y un arrollador desplante escénico, es vital cuando se trata de entablar lazos con un público entregado. Un cantante que interactúa con el público y se lo echa al bolsillo con todos los recursos que dispone, ante quien sea y motivando a los asistentes que se mezclan entre metaleros más experimentados, y otros más jóvenes, los más prendidos y, en muchos casos, quienes se saben las letras de memoria.

Un pasaje del calibre de “Yo me Vengaré” es idóneo para analizar el aporte de la recién ingresada baterista Otta Mulden. Hay cosas que acá van más allá de la precisión técnica, y tiene que ver con lo que le proporciona a una agrupación que traspasa momentos creativos de ayer “Entre Luces y Sombras” y hoy “No es más que dolor” a una erupción de heavy metal que transita entre la melodía certera -“Atlas” debe ser una de las piezas más memorables de todo el metal chileno en la década pasada- y la complejidad tomada del rock progresivo hasta cierto punto. Por supuesto, el fiato de Otta con el bajista y fundador Jaime Ballesteros -el centro gravitatorio del distintivo sonoro de Drake– da cuenta de lo bien aceitada que anda -y corre- la maquinaria rítmica de Drake, tanto en los momentos más feroces como en aquellos donde la complejidad exige cierta preparación. Lo necesario para que Felipe Vargas y Gonzalo Nuñez en las guitarras expongan su cátedra de armonías y feeling en una simbiosis que dominan con soltura de veteranos. “En Silencio se forja el Metal”, la que finaliza cada show de Drake, nos deja con la sensación de que el quinteto está próximo a iniciar un nuevo ciclo. El contexto de cumpleaños también amerita revisar la forma en que Drake, uno de los actos en vivo más sorprendentes de los 2010 a nivel local, se encuentra para trazar un nuevo futuro.

ACERO NACIONAL

Con la parroquia de la calle Santa Isabel vuelta una caldera, el cumpleaños 15 da el puntapié inicial con una sorpresa tremenda. “Santa Inocencia“, del EP “Rock n’ Roll” (2015), nos devuelve a los primeros días, mostrándose igual de nueva y transgresora que hace una década. Pegada le sigue “Sangre de Metal“, también del trabajo mencionado y representando esos días primerizos con una vitalidad que solo se adquiere a punta de voluntad, sudor y muchos, pero muchos golpes. Ambas, dentro de sus aparentes diferencias, son sacadas de la bodega de archivo para desenrollar su potencia ante un público que, al menos en alguna fracción, quizás no había visto en vivo ni adquirido dicho trabajo en su tiempo. 

El primer saludo de Andrés Fuentes, para después continuar con “El Hijo de Judas“, del primer LP “El Sonido del Metal” (2016). Andrés luce pletórico con ese vozarrón de tenor que se exige en esos agudos al estilo de Rob Halford y Geoff Tate, secundado en la base rítmica por el incombustible baterista Javier Sepúlveda y el ágil bajo de Jorge Fuentes. Y dejamos acá el espacio para referirnos a las guitarras. El entendimiento entre Cristián Kowal y el recién ingresado Darío Céspedes, este último un músico profesional que se integra fluidamente al cuadro y clava sus solos preservando la esencia del material original de estudio. Si Céspedes se integra o no de manera oficial en el futuro, es un tema que la banda verá en un futuro no muy lejano. Al menos para el contexto de celebración, su despliegue es rutilante y la sintonía entre los cinco es efectiva en todos sus flancos.

El repertorio de Acero Nacional trasciende la música, y nos da momentos de motivación y enseñanza. Mientras que “Yo” es el espejo de una banda que no tenía más que a sus integrantes para ganar su propio sitial en la escena, “Rumbo a la Eternidad” acaricia el alma de quienes ejercen la paternidad. Temas cotidianos que Acero Nacional abarca desde su propia visión y les da un tratamiento musical que en vivo es potenciado con una ejecución tan brillante como demoledora. Por algo se dice que el heavy metal es música de y para la persona común. Y Acero Nacional cuenta en su repertorio con un material que se robustece para ser entregado al público como un espectáculo fragoroso. A la vez, entre medio de ambos cortes se da espacio a la emoción cuando Javier toma el micrófono para agradecer a los seguidores por estar ahí durante una década y media dando el aguante. Incluye el afectuoso saludo al entrañable Fox-Lin, su compañero de armas en Battlerage. Todos los ingredientes de un aniversario al cual estamos todos invitados, desde los amigos de la vida hasta las nuevas caras.

Se nota a kilómetros cuando el orden del set ayuda a la combinación de momentos que aportan a construir la jornada. La distancia entre la más reciente “Héroe” y la primigenia “Renacer” -la primera canción escrita por Acero Nacional-, se diluye bajo el concepto de hermandad que Acero Nacional proyecta como parte de su identidad. Y es que hablar de Acero Nacional es referirnos a los hermanos del Rocanrol, como reza uno de sus cortes más laureados. Es la auténtica sangre en una carrera donde ha habido que recibir golpes para lograr la satisfacción de un trabajo bien hecho. La misma sangre con la que se funde el acero, como reza la canción homónima. 

Tras el bis con “Trueno” y la definitiva “Libre“, queda la sensación de que el sonido del metal está ad portas de inaugurar una nueva etapa. No es solamente celebrar una carrera, sino mostrarse en plena forma y dar una señal respecto a lo que viene, por muy leve que sea. Al mismo tiempo, es difícil explicar el sentimiento de lucha y esfuerzo que estimula lo mejor de lo nuestro, la forma en que la banda conlleva su integridad y la expande más allá de una etiqueta. Es lo que hace de Acero Nacional una banda tan distinta y reconocible, tan querible y consistente en su propia matriz. Si el acero fundido con sangre es capaz de unir voces para sonar más fuerte que el sol, es porque el tesón de sus forjadores es capaz de derribar todo lo imposible.